LA PAZ, 9 jul (El Libre Observador) — En un contexto global marcado por la transición hacia un orden multipolar y el ascenso de nuevas potencias, Bolivia conmemoró este miércoles los 40 años de relaciones diplomáticas con la República Popular China, en lo que el presidente Luis Arce definió este miércoles como una “asociación estratégica basada en el respeto mutuo, la cooperación y la solidaridad”.
Detrás del discurso conmemorativo, la efeméride confirma el reordenamiento de las alianzas globales que La Paz ha promovido en las últimas dos décadas, especialmente desde la llegada del izquierdista Movimiento al Socialismo (MAS) al poder.
Lejos de tratarse de una relación estrictamente simbólica, los lazos entre Bolivia y China se han transformado en uno de los pilares de la política exterior boliviana. China es hoy uno de los principales socios comerciales del país andino, un inversor relevante en áreas estratégicas como el litio, la infraestructura, la tecnología y la salud, y una referencia geopolítica para un gobierno que busca alejarse de la influencia tradicional de Estados Unidos y diversificar sus alianzas internacionales.

Una diplomacia pragmática con rostro asiático
En su mensaje oficial, Arce destacó el papel de China en “la construcción de un mundo multipolar” y subrayó su coincidencia con Bolivia en foros internacionales como el BRICS, grupo al que La Paz aspira a ingresar formalmente.
Estas declaraciones no son nuevas: desde la presidencia de Evo Morales (2006–2019), Bolivia ha buscado integrar un bloque de países emergentes que cuestionan el actual sistema financiero y político global, dominado históricamente por potencias occidentales.
La diplomacia boliviana ha virado hacia una lógica pragmática y sur-sur, que prioriza la inversión en infraestructura sin condicionamientos políticos y que encuentra en China un socio que respeta —según las palabras del propio Arce— “la soberanía y las decisiones internas del país”.
Esta visión ha sido especialmente útil para gobiernos como el del MAS, que han enfrentado tensiones con Estados Unidos, Europa o incluso con organismos multilaterales.
China, por su parte, ha desplegado una estrategia silenciosa pero firme en América Latina. Bolivia representa un nodo importante en esa agenda por su posición geográfica en el corazón del subcontinente, sus abundantes recursos naturales —particularmente litio y gas— y su estabilidad política relativa, a pesar de las turbulencias recientes.

Uno de los temas centrales de la cooperación es la industrialización del litio. Bolivia posee una de las mayores reservas de este recurso estratégico, clave en la transición energética global. En los últimos años, empresas chinas han firmado acuerdos con el gobierno boliviano para el desarrollo de plantas de extracción e industrialización en el salar de Uyuni y otras regiones del altiplano.
Más allá del litio, la cooperación incluye megaproyectos de infraestructura, trenes metropolitanos, sistemas hospitalarios y tecnología médica. Durante la pandemia, China fue uno de los principales proveedores de vacunas y asistencia sanitaria a Bolivia, reforzando su imagen como socio confiable en tiempos de crisis.
Una narrativa común: sur global, multipolaridad y autodeterminación
En el comunicado de la Cancillería boliviana con motivo del aniversario, el gobierno subrayó que la relación con China está “consolidada sobre los principios de respeto mutuo y cooperación amistosa”.
También agradeció el “valioso apoyo del país asiático” en sectores clave y reconoció el “papel protagónico de China en la promoción de la unidad del Sur Global”.
Este lenguaje no es casual. Bolivia busca posicionarse como un actor autónomo, defensor del multilateralismo y la autodeterminación, lejos de alineamientos rígidos. En esa narrativa, China aparece no solo como un socio económico, sino como un aliado político e ideológico frente a la hegemonía occidental.
El aniversario de las relaciones con China no es un simple ritual diplomático. Es una señal de continuidad en la política exterior boliviana, que apuesta por consolidar alianzas estratégicas con potencias emergentes.
Para La Paz, el vínculo con Beijing no solo asegura inversión y transferencia tecnológica, sino también un anclaje geopolítico que refuerza su voz en un sistema internacional en mutación. De cara al futuro, la relación bilateral parece destinada a profundizarse. La necesidad de energía limpia, minerales estratégicos y cooperación sin tutelaje político augura una mayor presencia china en Bolivia y, a su vez, un mayor protagonismo boliviano en la agenda de integración del sur global.
